Capucine Guhur

Siempre me he sentido atraída por los lugares, los espacios que nos rodean y las historias que nos cuentan. Concibo mis proyectos como una asociación íntima del diseño del objeto y la decoración de interior. Para mí, es normal asociar las dos disciplinas para crear un conjunto sensible. Así es como abordo los proyectos en su totalidad.

Compartir mi vida entre estos diversos lugares no es más que una suerte, me aporta riqueza, ya que obtengo diferentes fuentes de inspiración. La Bretaña es mi tierra natal, por lo que es el lugar que suele ser el artífice de mis proyectos. Me gusta el carácter fuerte de sus paisajes brutos y los vestigios de cultura celta. Tanto en Oporto como en París, me nutro y me inspiro de la efervescencia que emanan estas ciudades artísticas. Marsella, por su parte, demuestra su energía en la mezcla de culturas mediterráneas y extranjeras. Al igual que en la Bretaña, la presencia del mar también es una fuente de creación. De hecho, allí tengo mi taller.

Las creaciones suelen reflejar un momento importante de nuestra vida y de nuestras influencias. Pero según la libertad de creación, sentimos mayor conexión con algunos proyectos que con otros. Mi proyecto Le dernier repas, presentado en la exposición Design Parade de Toulon en 2021 por la Villa Noailles, fue una carta blanca y gocé de una libertad creativa total. La mitología siempre me ha inspirado mucho, y fue la ocasión de poder expresarme con el espacio y los objetos en lugar de con las palabras. La escenografía es un comedor, el de la última comida entre Ulises y Calipso. Un espacio al que quise dar vida como si fuera un escenario de teatro en el que los actores acaban de terminar la obra, con un último aliento, como si fuera una tragedia. Cuando los visitantes entran en la sala, el silencio reina, pero algunos clamores siguen flotando en el aire. La disputa ha estallado, y cada objeto de la sala es testigo de este altercado mitológico entre Ulises y Calipso. Para mí, los lugares y los objetos cargan con la historia y con momentos de vida que les pertenecen. Quería que hubiera una historia al comienzo de mi proceso creativo, así que me apropié de este episodio de la Odisea, puesto que el Mediterráneo era la cuna de la mitología griega. Imaginé una de las salas en las que Calipso podría haber retenido a Ulises. Quería que el espacio, los muebles y los objetos, a través de su aspecto, pudieran llevar esa carga de todo lo que acaba de ocurrir. Cada objeto de la habitación, espectador del drama, parece estar sacado de un cuento, de un mito, con un aspecto extraño, mineral, casi orgánico.

Desde mi infancia, he alimentado una pasión por el movimiento y la imagen. El cruce entre diferentes formas artísticas era el lema de casa. Siempre he sentido atracción y debilidad por el teatro. Para mí es esencial poder contar una historia a través de mis proyectos. Me gusta dibujar las líneas que tienen un aspecto atemporal, como si pudieran salir de un cuento. A lo mejor es eso lo que les da una cierta teatralidad.

Mi rutina de mañana comienza siempre con una buena taza de té y una playlist que me inspire. En lo relativo a mi proceso creativo, empiezo con una sesión de búsqueda de dibujos al carboncillo. Suelo proceder siempre de la misma manera. Por lo general, la idea creativa surge rápidamente, como un arrebato.

Estoy enamorada de las materias primas, a veces me resulta muy difícil elegirlas. Aprecio muchísimo la yuxtaposición de materias primas con materiales más lujosos. La piedra y el metal son elementos que suelen estar presentes en mis creaciones. Sin embargo, cada proyecto nuevo nos ofrece la oportunidad de descubrir nuevos materiales y de aprender nuevos savoir-faire. Por ejemplo, el proyecto La Récolte, imaginado para el Sessùn Craft Prize, marca mi primera vez en el uso de la paja. Como joven decoradora de interiores y diseñadora, para mí es esencial reflexionar sobre el desarrollo sostenible y el impacto que tienen en el medio ambiente los proyectos arquitectónicos. Por mi parte, doy mucha importancia al trabajo de los materiales locales, así como a los artesanos que viven en la región en la que se desarrolla el proyecto.

La Récolte es un proyecto que se inspira en las siestas a la sombra de fardos de paja, tras un día de trabajo en el campo bajo el sol abrasador, que evocan las pinturas de Van Gogh y Millet. Con su forma curvada, evoca a la vez un nido, un refugio, un cobijo, que aísla y protege. A imagen de los cañaverales de Camarga, esta microarquitectura vernácula reinterpreta el uso de la paja. Esta estructura redonda y ligera se convierte en un espacio de aislamiento que revitaliza. Está compuesta por capas vegetales en varias líneas, ensambladas entre ellas, suspendidas de una estructura de madera. La transmisión y la experimentación son el núcleo de La Récolte. Por ello, esta idea se asemeja al enfoque de Sessùn, sensible al savoir-faire y estrechamente vinculado a la artesanía.

El proyecto se desarrolló de forma fluida. Encontramos rápidamente a los artesanos que correspondían perfectamente al proyecto. Ekolinea, instalada al lado de Arlés, es una empresa de agricultores de cañaverales. Desde hace varias décadas, la familia Perret ha demostrado su creatividad y su innovación al utilizar el junco de Camarga constantemente. Dado que el proyecto evocaba los techos de las casas de la Camarga, para mí era normal colaborar con artesanos que tuvieran experiencia en este ámbito. Tenía el objetivo de trabajar de forma local, y este compromiso ha sido respetado. El proyecto también ha implicado un intercambio constante con todo el equipo de Sessùn y con Nathalie Dewez de Massilia, los cuales han sido muy amables y me han brindado un apoyo inestimable. Es una oportunidad maravillosa que Sessùn comparte con los artistas, puesto que una carta blanca es todo lo que un artista quiere.