Encuentros hermosos

Elsa Noyons

Jueves 7 julio 2022

Photographies : FLORIAN TOUZET

Desde su regreso en 2020 a Marsella, donde creció, Elsa Noyons no ha dejado de observar los colores, las luces, los sonidos y los perfumes que conforman la esencia de esta ciudad. De esta experiencia nace su último proyecto artístico, una serie de colgaduras confeccionadas a partir de retales procedentes de la zona. Inspirada en la práctica ancestral del tejido y en la idea de la tela como refugio, cuenta historias y captura los recuerdos en sus obras, que a veces se convierten en un amuleto. Encuentro con una artista-investigadora inspirada en el territorio y el encuentro.

Ya has explorado el dibujo, la interpretación, la fotografía, los registros sonoros, la cartografía narrativa... Y en la actualidad trabajas en un proyecto de colgaduras. Háblanos de este proyecto y de la manera en la que se ha impuesto.
Mis proyectos siempre se anclan en un territorio y suelen ser un pretexto para explorar un nuevo proceso técnico. El de las colgaduras nació en 2020 tras mi regreso a Marsella, la ciudad en la que crecí. Maravillada por las luces, los colores y los materiales minerales y vegetales presentes en la ciudad, quise trabajar el color y los tejidos. Me gusta trabajar con una variedad de tejidos existentes, que reciclo. Disfruto mucho buscándolos y haciéndome con ellos. También me gusta la flexibilidad y la ligereza de la colgadura, que permite jugar con la luz y el movimiento.
En tus colgaduras, llamadas Paysages, se perciben muchos símbolos: vegetación, elementos arquitectónicos, a veces figuras casi esotéricas... Cada colgadura es un universo en sí mismo. ¿Podrías explicarnos de dónde viene la idea de una pieza y cómo la construyes?
Cada pieza se construye como una especie de postal, recuerdo o amuleto. Primero elijo un formato de fondo que recorto en viejas sábanas de lino blanco, y después escojo los colores y los tejidos. Recorto las formas directamente en el tejido sin un dibujo previo, y compongo y ensamblo según las imágenes que me vienen a la cabeza. Algunos detalles arquitectónicos dan estructura a la composición. A veces pienso en un lugar, una persona, un evento, una película o un sueño. Pero lo más habitual es que me inspire directamente en lo que me rodea. Las figuras y los símbolos me permiten narrar una historia y transmitir una intención, como una especie de magia psíquica.
También diseñas algunas banderas como amuleto de nacimiento. Confieres un cierto poder de protección a tus creaciones. ¿Cuál es la historia que se esconde tras esta práctica?
El tejido es una práctica artesanal muy antigua, otrora reservada a las mujeres en el hogar, que se servían de esta práctica para enviar mensajes y transmitir su savoir-faire. En Haití, esta especie de bandera se solía fabricar para acompañar ceremonias vudúes y cada una presentaba las insignias de un loa (espíritu). El tejido también es el material que nos cubre, que nos viste. Cuando era niña, los usaba para construir cabañas. Para mí, es el primer refugio en el que se cuentan historias. La colgadura-amuleto se integró de forma natural. Me gusta pensar que coser y ensamblar se acerca al ritual, a la reparación y al cuidado. La fragilidad de los materiales requiere precisión, una cierta concentración y un estado particular. Con motivo de los nacimientos de mi círculo cercano o cuando un ser querido anuncia una enfermedad, fabrico pequeñas banderas de bienvenida al mundo o de deseo de recuperación. Es una práctica personal, sin pretensiones, como un tótem de amor.
Has crecido en Marsella, donde vives y trabajas actualmente. ¿Qué aspectos de la ciudad se reflejan en tu trabajo?
La sensualidad despreocupada y directa, las diferentes luces del día y la noche, la roca blanca que se deja ver en el centro... Pero también la gente, la violencia del mistral, la comida, las barbacoas, los sonidos, la tranquilidad, el horizonte y el movimiento. Las construcciones sin permiso. Los desnivelados y las carreteras sin acabar. El tiempo que se detiene.
¿Tienen los tejidos que utilizas para estas colgaduras una historia particular? ¿De donde vienen?
La mayoría de los tejidos son retales que recupero, que encuentro o que me dan. Gracias a mi madre, coleccionista de objetos de todo tipo, creé mis primeras reservas. Lo que más me gusta es la seda antigua, que compro en Belsunce en Bensimon o en Albert, en el boulevard de la Libération. Por lo general suelen ser las últimas piezas de la serie.
Mencionas la utilidad de lo inútil entre las temáticas que exploras en tu trabajo. ¿A qué te refieres exactamente?
Suelo pensar en una interpretación de Francis Alys que me pareció genial y que se llamaba Sometimes making something leads to nothing (A veces, hacer algo no lleva a nada). Vemos cómo empuja un gran bloque de hielo en las calles de México, hasta que se derrite y se convierte en un hielo pequeñito. Es absurdo, gracioso y trágico al mismo tiempo. No sirve de nada, pero tiene mucho que decir filosófica y políticamente. La utilidad de lo inútil es un poco la paradoja del arte para mí.
Das charlas en Science Po, la Ecole Normale Supérieure o Paris XII para compartir tu enfoque de artista-investigadora. ¿De qué se trata?
Comparto mis métodos de observación y la traducción plástica que hago para mostrar otros enfoques posibles de un territorio. En mi trabajo de artista, copio algunas metodologías parecidas a la de la investigación, comenzando con una investigación y trabajo en el lugar. Los encuentros que he tenido con investigadores, profesores o estudiantes han nutrido mi trabajo, y quiero pensar que es recíproco. Tenemos algo en común, y es que avanzamos sin saber lo que vamos a encontrarnos.
El territorio y el encuentro forman parte integral de tu trabajo. ¿Hay algún encuentro que te haya marcado particularmente o que haya sido determinante para tu trayectoria de artista?
Cada proyecto es un pretexto para dar paso a nuevos encuentros, que suelen ser trascendentales. El último fue con una granjera, que conocí durante un trabajo que realicé con un amigo artista sobre la transhumancia a pie, para acompañar a las ovejas en veranero. Este encuentro y esta experiencia de transhumancia me permitieron cambiarme la capa de artista y descubrir otra relación con el mundo, otra manera de habitarlo.
¿Qué te une a Sessùn?
¡El sur! Los tejidos bonitos, las formas sencillas, el color, el amor por la luz. Además, hace poco me enteré de que Emma François [Fundadora y directora artística de Sessùn] siguió una formación universitaria en antropología antes de fundar la marca en 1996.
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