Photographies : STÉPHANIE DAVILMA
Originaria de Lyon, Lou Chapuis ha crecido bajo influencias de una cocina mestiza y repleta de carácter, inspirada en sus raíces franco-vietnamitas. Tras haber trabajado varios años en el sector de la publicidad en París, decidió seguir su pasión por la cocina e inició una trayectoria audaz que la ha llevado desde México hasta Marsella. Chef ambulante, Lou multiplica las estancias culinarias en las que aúna descubrimientos locales y creatividad, con un interés particular por los sabores asiáticos y los productos de temporada.
Este invierno, dará a conocer una cocina acogedora y sincera en Sessùn Alma en Marsella, donde los caldos y las hierbas frescas ocupan el lugar principal.
¿Puedes hablarnos de tu trayectoria? De la comunicación a la cocina hay un gran paso. ¿Qué te motivó a dejar tu carrera en París para lanzarte en la aventura culinaria en 2020?
Crecí en Lyon, donde pasé 20 años completamente cautivada, y después no dejé de ir de un lado para otro. Comencé mi vida profesional en París, en una agencia de publicidad. Pero siempre he cocinado, siempre ha estado en un rinconcito, eso es lo que recuerdo, aunque al principio decidiera no convertirlo en mi trabajo. Sin embargo, sentía que me estancaba en mi trabajo de París y que necesitaba algo nuevo e intenso. Así que dejé mi trabajo sin tener un plan B y opté por irme a México. Después, llegó la Covid y me tuve que quedar allí.
Necesitaba hacer algo completamente diferente, y la cocina era la vía más sincera y natural que podía tomar. Elegí no seguir una formación, ya que tenía miedo de perder mi tiempo aprendiendo un tipo de cocina muy alejada de lo que me gusta. Hoy en día, no sé si fue la decisión acertada, pues creo que siempre tendré la impresión de no saber lo suficiente, pero también es lo que me motiva a buscar soluciones por mí misma.
Tu cocina está marcada por una amalgama francesa-vietnamita. ¿Cómo han influenciado tus orígenes y tu legado familiar en tus creaciones?
Mis orígenes están muy presentes. Crecí bajo una cocina mestiza, pero en absoluto tradicional vietnamita, era algo más amplio. En la actualidad, mis platos tienen siempre una influencia asiática, de una u otra manera. En lo que respecta a Vietnam, intento poner de relieve la frescura con muchas hierbas y juegos de texturas. No me suelen faltar el picante y la salsa nuoc-mâm.
Encadenas estancias culinarias como chef ambulante. ¿Qué piensas de este fenómeno?
Creo que es un formato liberador para los chefs, ya que les permite salir de sus cocinas y explorar diferentes universos. Me siento muy afortunada y feliz de poder vivir tantas experiencias diferentes. No sé cuánto tiempo va a durar, así que lo disfruto al máximo. Por otro lado, también es un formato imperfecto y limitante. La cocina se construye con el tiempo, ya se trate de los proveedores, los productos o las personas con las que se colabora. Es un trabajo de equipo. Se necesita un mínimo de tiempo para crear algo coherente. En la actualidad, creo que es un modelo que tiene sus ventajas y desventajas, que merece ser conocido pero que requiere una estructura para que todo el mundo pueda trabajar correctamente.
Este verano, has lanzado un bar de snacks efímero junto con Studio Baïta en Arlés. ¿Qué papel juega la cocina callejera en tu enfoque culinario?
Me gusta colaborar en este tipo de ideas de vez en cuando. Hicimos muchos bocadillos, pues las posibilidades son infinitas. Es un enfoque más informal, más enfocado en el placer. Es menos pretencioso que la gastronomía refinada, aunque las opciones sean cada vez más sofisticadas. Y mejor que sea así, la verdad. Como ocurre con las diversas estancias que hago, no me siento anclada a una identidad aún, así que me divierto probando diferentes cosas, y la comida callejera forma parte de ello.
¿Cuál es tu recuerdo más bonito en cocina hasta el momento? ¿Un plato, un encuentro o un momento que te haya marcado?
Va a sonar muy básico, pero la cocina se compone de encuentros. Por eso hago este trabajo, para unir y conocer. Compartir es la esencia. Hoy en día, con las redes sociales, es la escalada de la competición. Para mí la cocina debe ser nutritiva y sentar bien. Creo que mi amor por la cocina nace de momentos en familia, y tomó sus amarras tras un taller de cocina que hice cuando tenía 7 años en el restaurante de Sonia Ezgulian. El viraje puramente profesional tuvo lugar en Marsella, cuando Julia Sammut me confió las llaves de su restaurante cuando yo apenas tenía un año de experiencia. Estos gestos de confianza y amabilidad llevados a cabo por mujeres destilan una pasión profunda por la cocina y el producto, por alimentar y compartir.
¿Qué te ha llevado a instalarte en Marsella y cómo ha influenciado esta ciudad en tu identidad culinaria y tus proyectos creativos? ¿De qué manera este anclaje marsellés sintoniza con el espíritu y los valores de Sessùn?
Me mudé a Marsella hace 4 años porque buscaba nuevas experiencias. No me sentí decepcionada al llegar aquí, puesto que todo se ha sucedido rápidamente. Marsella es una incubadora, y hay mucha gente inspiradora que lleva a cabo sus proyectos en solitario. Creo que el 80 % de las personas que me rodean son independientes y, de hecho, la mayoría son mujeres.
Porque Marsella lo permite. Económicamente es más accesible y, sobre todo, menos asfixiante que París. Hay mayor cabida para la imperfección, menos barreras y menos competencia, así que la gente se tira a la piscina. Es cierto que hay menos dinero, pero tenemos el mar. Para mí, los valores de Sessùn se identifican a la artesanía y a las materias primas. La calidad de los productos es primordial en mi cocina, pues es el punto de partida. Trabajo con productores comprometidos.
¿Cómo te aseguras de trabajar con productos de temporada y locales en tus creaciones culinarias?
Siempre empiezo por ahí. Y esto es un poco complicado cuando hacemos estancias en nuevas ciudades o países. Lo suyo es impregnarse de productos locales, es la base.
Por otro lado, hay elementos que conforman la estructura de mi cocina y que se pueden encontrar en cualquier lugar y temporada. La asociación de mis bases y de los productos disponibles me sirve de trama para concebir mis menús.
La ventaja, es que esta vez juego en casa con productores que ya conozco.
Para tu estancia en Sessùn Alma en Marsella, ¿qué tipo de cocina te gustaría poner de relieve?
Estamos casi en invierno, por lo que me gustaría concentrarme especialmente en los caldos y proponer una cocina reconfortante, siempre con un toque de frescura.
Vuelvo de un viaje por Corea, así que habrá influencias de la cocina asiática... ¡para variar! Pero, sobre todo, me gustaría proponer una cocina justa. Ese es el objetivo que me he marcado para esta estancia: platos quizás más sencillos, pero también más justos, y trabajar bien mis condimentos. Eso sí, con muchas hierbas y raviolis. Muchos raviolis.
¿Cuáles son tus proyectos futuros? ¿Dónde podremos descubrir tus próximas estancias o creaciones?
Por el momento, 2025 está perfilándose. Lo único que sé, es que voy a aprovechar Marsella al máximo durante mi estancia, ya que cabe la posibilidad de que no pueda verla mucho este año.
¿Qué te evocan Sessùn y Sessùn Alma como marca y lugar?
Para mí, Sessùn y Sessùn Alma ponen de relieve un savoir-faire artesanal y priorizan las materias primas y solares. Creo que este lugar da a los chefs y artistas la oportunidad de expresarse en un ambiente sano. Estoy muy emocionada por poder instalarme varios meses en una cocina, además con proveedores que conozco, para profundizar más en mi trabajo y mi identidad.
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