CRÉDITOS DE FOTOS: Timothee Chambovet
Lucia Mondadori creció en un entorno artístico y natural que ha jugado un papel importante en su visión creativa. Tras un paso enriquecedor y ecléctico en diseño gráfico, lenguas y cine, decidió irse a París y escoger la cerámica, una práctica en la que encuentra un equilibrio perfecto entre arte y artesanía. A través de sus jarrones esculturales y tótems, explora formas orgánicas inspiradas en el cuerpo humano y la naturaleza, e intenta conservar un vínculo íntimo y táctil con la tierra. En su taller parisino, da forma a cada pieza con una precisión minuciosa, realzada por la convicción de que la artesanía es un acto de consolidación y armonía.
¿Puedes hablarnos de tu trayectoria y de tu educación? ¿Qué te ha llevado a escoger la cerámica? ¿Hay un momento decisivo por el que decidieras hacer de la cerámica tu trabajo?
Crecí en un entorno mágico, en una isla al sur de Brasil. En los años 80, mis padres se fueron de la capital para instalarse allí. La isla era hogar de pescadores, surfistas, artistas e intelectuales. Los grandes granitos, esculpidos por las olas, eran como un tótem sagrado, celebrado por los poetas locales, así como por nuestro terreno de juego.
Con 13 años, pintaba postales y pequeñas ventanas abiertas en mi mente. Con 16 años, fui aprendiz de un artista, e intercambiaba mi ayuda por un poco de material y un rinconcito en el taller. Allí di forma a mis primeras figuras femeninas, unas esculturas de mujeres embarazadas hechas con arcilla.
Sin embargo, el arte me daba miedo ya que este acarrea muchas incertitudes, así que hice una doble formación en diseño gráfico y lenguas, estudié cine en Nueva York y trabajé en una editorial y en la creación de vitrinas para una gran marca.
En 2016, la vida me llevó hasta París, y la verdad es que buscaba una reconversión y una nueva vajilla para mi casa. Como no encontraba lo que quería, decidí crearla yo misma. De esta forma, tras una idea impulsiva que me inspiró, me sumergí en el mundo de la cerámica e hice de ella mi trabajo y mi pasión. Lo más preciado para mí es poder volver a conectar con la niña que, antaño, daba forma a esculturas en arcilla en el rinconcito de un taller.
¿Cómo cobró vida tu colaboración con Sessùn Alma? ¿Qué representa para ti en el plano artístico y personal?
Mi colaboración con Sessùn Alma empezó en 2021. Desde entonces, cada año, las piezas de mi colección están presentes en las boutiques insignia, como las de Barcelona, Charonne o Paris Bachaumont. Nuestros universos resuenan al unísono. La energía creativa de Sessùn me inspira un modo de vida sencillo e informal, pero al mismo tiempo ponen de relieve lo bonito y las cosas bien hechas. Cada colaboración me nutre y me permite tejer lazos con una comunidad de apasionados por los tejidos, el arte y la moda sostenible.
¿Qué similitudes encuentras en el universo de Sessùn?
El universo de Sessùn me recuerda a mi propia visión creativa dado su enfoque estético y su compromiso con los valores auténticos. Lo que siempre me ha atraído de Sessùn es la armonía entre sencillez y elegancia, el gusto por los detalles y la búsqueda de la calidad. Hay una conexión profunda con la naturaleza y una gran apreciación por la artesanía, que son aspectos esenciales de mi propio trabajo.
¿Puedes describir tu proceso de creación, desde el concepto inicial hasta la realización final?
En mi trabajo, las formas orgánicas y las materias primas son el centro de mis investigaciones. Mi proceso comienza con la abstracción de las curvas del cuerpo humano y de otras formas vivas, como una raíz o una criatura submarina. Las dibujo y las modelo en gres chamotado. Después, la pieza pasa por las etapas de secado, pulido, esmaltado y cocción a alta temperatura.
Cada forma se renueva varias veces a lo largo de los años. Con cada versión, refino y estudio las curvas de forma diferente, lo que confiere un carácter único a cada pieza. Tienen nombres y una simbología, aunque también me gusta dejarme llevar por lo que me inspiran cada una. Es un proceso lento que me traslada al momento presente.
¿A qué materiales y técnicas das preferencia en tus creaciones y por qué te gustan exactamente?
Trabajo únicamente con gres, y sobre todo con gres chamotado. Esta arcilla, muy mineral y parecida a la piedra, invita a ser tocada. Da la impresión de que las piezas incitan a tenerlas en las manos, y yo aprecio esa fuerza bruta que nos atrae. La transformación de la tierra por el fuego es un universo tan amplio que podríamos consagrarle varias vidas.
Prefiero los colores naturales de la tierra para poder poner de relieve su textura. En la actualidad, trabajo los óxidos colorantes, con los que puedo colorear sin perder la textura original del material. Este enfoque me permite conservar la estética y el carácter táctil de cada pieza.
¿Cuáles son tus principales fuentes de inspiración en tu trabajo?
La intuición juega un papel principal en mi proceso creativo. A menudo, comprendo mis fuentes de inspiración una vez que la pieza ha sido creada. Por ejemplo, las curvas y las texturas brutas surgieron durante un viaje a Brasil, cuando paseaba cerca de las rocas esculpidas por las olas en las playas que visitaba durante mi infancia.
Las obras de grandes artesanos, como Jean Arp, Barbara Hepworth o Brancusi también me han marcado mucho. A menudo, me tomo mi tiempo de estudiar sus formas y de maravillarme con ellas. Últimamente, me intereso mucho por la abstracción de lo vivo y por las formas esculpidas por el tiempo.
Si tuvieras que elegir una pieza emblemática de tu trabajo, ¿cuál sería y por qué?
Desde mis comienzos, hay dos formas que se repiten con frecuencia en mi trabajo: el jarrón escultural Lilith y la escultura Aisha Totem. Lilith es un estudio de las curvas generosas, asimétricas y descentradas. También es un guiño a un estudio feminista llevado a cabo en los años 70, que nombra a este personaje como primera feminista, un mito moderno. La pieza Aisha Totem representa para mí un redescubrimiento del mundo árabe desde mi llegada a Europa. Me apasiona la historia y, sobre todo, las culturas.
¿Cuál es tu último flechazo artístico?
Este verano visité por primera vez el LUMA de Arlés, y el lugar fue un flechazo en sí mismo. Entre las diferentes exposiciones, la de Erika Verzutti, una artista contemporánea brasileña, me hizo vibrar. Me fascinaron sus tótems infinitos y sus objetos que evocaban centenares de curiosidades. Su uso de la tierra y del bronce aportan una dimensión orgánica y atemporal a sus creaciones. El hecho de volver a trabajar el material en el arte contemporáneo me pone muy contenta.
¿Puedes hablarnos de los proyectos que preparas actualmente o que te gustaría explorar en un futuro próximo?
Voy a ampliar una serie de esculturas que empecé hace unos años. Una vez me dijeron que evocan símbolos de un alfabeto antiguo, y me gusta mucho la idea. Como suelo estar absorbida por los pedidos, me gustaría poder consagrarme completamente a este proyecto y ser capaz de exponer un conjunto. También he lanzado una serie de talleres centrados en el jarrón escultural, pues aprecio la transmisión del savoir-faire y las conversaciones entre gente apasionada. El trabajo en el taller puede ser solitario a veces.
DESCUBRE EL ESTILO DE LUCIA MONDADORI