CRÉDITO DE LAS FOTOS : Alicia Peirò
Cuando le preguntamos a Estefanía qué le llevó hasta la arcilla, ella evoca su infancia a la orilla del Mediterráneo, la colección de lozas heredadas de su abuela materna, la escritura (su segunda pasión) y la localidad almeriense de Cabo de Gata, donde se ha instalado recientemente y ha encontrado la paz. A través de sus creaciones sensibles, reunidas bajo un nombre poético (Asterisco), Estefanía explora la forma y los materiales con una idea siempre presente: encontrar la belleza en la imperfección. Encuentro con una artista multidisciplinar e inspiradora.
¿Quién se esconde tras el proyecto asterisque?
Crecí en una ciudad costera del sureste español y pasé todos mis veranos en el mar Menor, una laguna salada del Mediterráneo, plagada de pequeñas islas. A menudo navegábamos hasta las islas Baleares siempre que podíamos, por lo que mi vida al lado del mar ha definido mi carácter. Por eso, amo vivir cerca del mar, escribir, viajar, y en la cerámica he encontrado un modo de vida y una forma de expresión que me permiten tener una espontaneidad y libertad que es difícil practicar en un mundo cada vez más normativo. Hace dos años me mudé con mi marido a Cabo de Gata, un lugar que cada día me devuelve a mi infancia y donde espero que podamos instalarnos definitivamente.
¿Por qué elegiste este nombre para tu proyecto creativo?
Como el asterisco (*) -que se utiliza como llamada de notas al margen o al pie de la página y también sirve para indicar que una forma, palabra o frase que es hipotética, imposible, incorrecta, o inexistente-, encuentro la belleza auténtica en esas formas, palabras, personas o imágenes fuera de las normas.
Escribo desde que era niña. Para mí es una forma de intentar entenderme y comprender el mundo. Pero sobre todo, es un espacio de libertad, y eso es exactamente lo que encuentro con el barro entre mis manos. Ambos son espacios en los cuáles lo incorrecto puede ser bello, donde buscar lo que está más allá de lo visible, y en los que es necesario apreciar la lentitud, respetar los tiempos naturales… Como el asterisco, la nota al pie de página que te hace parar y desviar la mirada hacia un lugar diferente, la cerámica me lleva a esa calma y sorpresa continua. El asterisco une, pues, mis dos pasiones.
asterisque lo escribo en minúsculas y sin tilde, por homenajear la incorrección, y en francés porque es una lengua que me ha gustado desde siempre y que estudié durante algunos años por puro placer.
¿Cuál es tu trayectoria y cómo has llegado a dedicarte a la cerámica?
Aunque me encantaban la química y la genética, y mi formación de bachiller fue en ciencias, estudié derecho, y años después realicé estudios especializados en gestión de empresas e instituciones culturales, intentando alejarme de mi trabajo como consultora. En un momento de mi vida sentí la necesidad de parar y tomar contacto conmigo misma, así que me inscribí en un curso de cerámica en mi ciudad. Elegí la cerámica porque mi madre tenía en casa y guardaba como un tesoro piezas de loza heredadas de mi abuela, y en mi época viajera me encantaba buscar cerámica propia del lugar y volver a casa con alguna pieza como recuerdo o para regalar a mi madre. Mi abuela materna, por su parte, era una modesta modista, y cosía de maravilla, tenía una habilidad increíble para hacer vestidos preciosos con dos retales, prendas de ganchillo, bordados, etc.
Cuando llevaba unas semanas en clase de cerámica, ya estaba atrapada, descubrí que trabajar con el barro lograba que el tiempo no existiera, y me llevaba a lugares bonitos de mi niñez, a la calma de hacer un puzle, a las manos de mi abuela, e incluso a mi gusto por la química que puedo desarrollar con la preparación de esmaltes. De repente todo encajaba.
¿Cómo aprendiste a trabajar la tierra?
Creo que, de algún modo, la tierra es la que me trabaja y me moldea a mí. El día a día con el barro va formando la mano y trazando, si acaso, un camino a seguir, y ese es mi aprendizaje. No suelo proyectar mis piezas, mi trabajo es bastante intuitivo. No utilizo torno ni moldes, ni casi herramientas: me gusta coger algo de barro y dejarme llevar por él. Al igual que hacía al escribir, dejo la mente en blanco e intento que salga lo que el barro quiera, y lo que he ido absorbiendo de mi alrededor, libremente. Me pasa lo mismo cuando decoro las piezas, hay veces que las dejo bizcochadas, sin terminar durante un tiempo, hasta que sé que puedo hacerlo sin pensar demasiado. Me gusta aproximarme a ella como si fuera una niña, lo cual resulta muy complicado a veces, pero sin duda, la cerámica es mi lugar de recreo. De vez en cuando también me gusta partir de una palabra o un objeto cualquiera para imaginar un plato o un jarrón.
Tus creaciones expresan la idea de una geometría orgánica. ¿Qué quieres decir realmente con esto?
Para mí significa que en mis objetos se puede percibir lo natural y humano, la mano que hay detrás. Las formas parten de algo geométrico, pero nunca quieren ser simétricas, y me gustan las texturas rotas y brutas, que realizo a través de curvas, pliegues, bordes irregulares cortando el barro con los dedos, y asimetrías, o en el momento de esmaltar, dejando la huella de mis dedos.
¿Qué pieza representa tu universo de la mejor manera?
Todas aquellas que hago más espontánea y libremente, y en las que las texturas, las formas y colores desnudos hablan por sí mismos, como los jarrones «yos» que dibujé casi a oscuras y de forma automática una noche mientras estaba tratando de dormirme; las jarras «dom» que están unidas simplemente presionando con los dedos y dejando sus huellas a modo de hilvanado cerámico; o mi última colección de jarrones «mahk», que rinde homenaje a este concepto coreano que descubrí gracias a un libro del arquitecto y antes ceramista Byoung Cho, y que hace referencia al estado de ser imperfecto y áspero, pero de una forma apropiada, algo así como ser deliberadamente no planeado, de forma que todo resulta más natural. Últimamente también estoy disfrutando mucho con la colección «kad» de platos y jarrones, que decoro con engobes y lápices cerámicos, como siempre, sin pensar demasiado…
¿Cómo has diseñado las dos piezas que has creado en exclusiva para Sessùn?
Cuando vi hace aproximadamente un año el alfabeto imaginario de sessùn, y descubrí que yo era el asterisco, me pareció muy bonito y pensé que había algo en común. Hace poco se me ocurrió elegir dos de las formas que más me gustaban y convertirlas en los jarrones «alp», con un gres terracota que por su color asimilo mucho con las tonalidades naturales de Sessùn Alma y con una textura muy mía.
Te has instalado en el sur de España, cerca del parque natural de Cabo de Gata. ¿Qué te atrae de esta región?
Este lugar puede resultar para muchos inhóspito por lo aislado, por su naturaleza extrema, semidesértica, con dunas fósiles y laderas volcánicas, así como vientos que azotan durante días y parecen querer borrarte. Sin embargo, a mí sus paisajes me parecen hipnóticos. Aquí las jornadas las marca el ritmo lento y poderoso de la naturaleza, cada día vuelvo a mi infancia mediterránea de veranos eternos, en los que de camino a la playa te quedas asombrado observando una hilera perfecta de hormigas, un lirio de mar o una concha fosilizada, y te despiertas escuchando las olas y el canto de los pájaros. Conocía este lugar porque lo había visitado en algunas ocasiones, pero desde que me dedico a la cerámica, para mí mudarme aquí se convirtió en una necesidad vital.
¿Cuáles son tus fuentes de inspiración?
Me inspira todo aquello con lo que conecto, puede ser una ilustración, los desiertos, una tela, un cuadro, África, una escultura, un vestido, la forma de una piedra o una palabra. De alguna forma son parte de mi inconsciente y se proyectan en forma de jarrón o cuenco.
¿Tu último flechazo artístico?
Pues curiosamente surgió gracias a Sessùn, que citó a la escultora Sonja Ferlov Mancoba como referencia en una de sus publicaciones, y se convirtió en una obsesión para mí. De la búsqueda de todo lo que pude encontrar sobre su trabajo, que adoro, nació mi jarrón «lov 00».
¿Cuál es tu relación con Sessùn?
Descubrí Sessùn, concretamente su sede de Marsella, en un viaje por la costa francesa mucho antes de dedicarme a la cerámica, hace justamente 13 años. Allí compré un top de rayas abotonado por delante que llevaba un pequeño pañuelo al cuello, el cual aún conservo y sigo usando actualmente. Por la tela tan fina y delicada y sus colores como de puesta de sol en el desierto, le llamo el top del verano. Amo la estética de Sessùn, sus diseños atemporales, sus colores y su filosofía, sus referencias artísticas, su amor por el arte/artesanía, y por los artesanos con los que trabaja, a los que cuida muchísimo, yo al menos así me siento. Tanto que, como decía antes, realizo piezas inspirada por el universo de Sessùn, que me es cercano de forma natural, quizás por su origen mediterráneo.
¿Algún proyecto futuro que te gustaría compartir con nosotros?
Sólo uno, aunque es muy grande: encontrar en este maravilloso entorno un lugar para poder establecerme definitivamente, una casa con un taller y una pequeña residencia artística donde otras personas puedan venir a conocerlo, trabajar, inspirarse y encontrar la paz que yo he encontrado aquí, y quizás algo nuevo sobre ellas mismas.